Autoritario: se caracteriza por que los padres creen tener siempre la razón y saber perfectamente lo que es correcto para el hijo. Generalmente, la herramienta para ejercerlo es el maltrato físico o psicológico. Se basa en el miedo que siente el niño al ser castigado. La consecuencia es profundamente negativa porque actúa como un modelo violento a imitar, y progresivamente estimula mayor agresividad en el niño. A los niños les cuesta entender el sentido de las normas y obedecen solo por miedo, lo que hace que cuando el adulto no esta, no obedezca.
Horizontal o permisivo: los padres que ocupan predominantemente este estilo suelen no poner límites o cuando los ponen son demasiado flexibles para hacerlos cumplir porque tienden a situarse al mismo nivel que sus hijos. Confunden la jerarquía que todo padre posee. Este estilo es muy confuso y perjudicial para los hijos. Se les dificulta el desarrollo del sentido de responsabilidad y se sienten inseguros sin referentes que los protejan y los guíen, tomando decisiones que no corresponden con su edad.
Democrático: los padres son capaces de poner límites claros y sanciones justas, con equilibrio entre cariño y firmeza, porque entiende que ambas cosas son sumamente necesarias para el normal desarrollo del niño. Las normas, a través de este estilo, son fácilmente incorporadas por el niño, quien las siente como propias, cargadas de sentido y no impuestas desde afuera arbitrariamente, permitiendo desarrollar autocontrol, respetándolas, aun en ausencia del adulto.
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